Epaminondas y las inversiones extranjeras

Macri parece esperar demasiado de las inversiones extranjeras, y nadie niega que estas puedan ser muy útiles, pero el desarrollo auténtico es un proceso de la alta política

Para muchos historiadores, Epaminondas fue la mayor figura de la historia antigua griega, por su carácter de líder máximo que hizo de Tebas, 400 años a.C., una de la más grandes potencias de Grecia, al derrotar en varias batallas a Esparta, hasta ese momento imbatible.

Fue además un extraordinario innovador táctico con la puesta en acción de su llamado ataque oblicuo, ampliamente elogiado por el gran historiador militar inglés Liddell Hart.

En una de sus campañas en el exterior, este hombre excepcional se retrasó en su retorno a Tebas. Demoró más de un año, que era el plazo máximo. Los políticos de Tebas, siempre celosos y temerosos de los militares triunfadores, para humillarlo, a su retorno al país lo destituyeron y lo nombraron jefe de basureros de la ciudad.

Si esos políticos creyeron que esto iba a ser un golpe desmoralizador para una personalidad como la de Epaminondas, se equivocaron de plano a plano, porque nunca estuvo la ciudad más limpia, más ordenada y vibrante. Preguntado con asombro por qué había actuado de esa manera y no se había sentido humillado y vencido, Epaminondas contestó con una frase que marca un hito en la historia de la sabiduría humana, una frase que siempre recordó Perón: «No es el cargo el que honra al hombre, sino el hombre el que honra al cargo». El sentido profundo de esta frase es que todo está en el hombre, en su espíritu, en su energía, que es lo que tiñe y empapa toda la cosmovisión de un hombre ante los diferentes desafíos que de afrontar a lo largo de la vida.

¿Por qué relacionar a Epaminondas con las inversiones extranjeras? ¿Por qué relacionar una idea expresada 400 años antes de la era cristiana con un tema del siglo XXI y, más específicamente, con Mauricio Macri y su creencia en las virtudes taumatúrgicas de las inversiones extranjeras? La historia del desarrollo de las naciones prueba de manera irrefutable que, en todas las experiencias exitosas, que realmente no han sido muchas, el factor decisivo que impulsó las grandes transformaciones históricas que llevaron a determinadas naciones al primer plano en ningún caso fue generado por las inversiones extranjeras, sino por poderosas fuerzas emocionales de origen interno.

 

¿Qué provocó a su vez esa pasión profunda de orden colectivo y no solo de una élite o de un grupo minoritario de la sociedad? El liderazgo extraordinario ha existido y existirá siempre, pero, para que tenga alcance histórico, su labor tiene que ser acompañada por un esfuerzo paralelo de una parte creciente de la sociedad, porque la mayoría siente, aun si no puede precisarlo, que algo grande está sucediendo en su país.

Las motivaciones que movilizan las fuerzas vivas de una nación han sido y seguirán siendo motivaciones pasionales profundas, para que un país las convierta en su prioridad absoluta. Los que creen que el desarrollo debe basarse solo en mejorar la distribución del ingreso, aplicar una determinada teoría económica, política, o sociológica, verán muchas cosas, pero no llegarán a ver el desarrollo en plenitud de su país. Solo la angustia por preservar la independencia, la soberanía, la integridad territorial, el acervo histórico, la entidad internacional tiene las poderosas raíces emocionales que capacitan para encarar el desarrollo como una titánica tarea histórica, y no como un apacible ejercicio académico.

Para encontrar ejemplos dramáticos de desarrollo por su intensidad y su complejidad, que no se va a encontrar en ningún libro sobre desarrollo, hay que recurrir a figuras históricas como Charles de Gaulle; Lee Kuan Yew, el fundador de Singapur; Deng Xiaoping, el autor del prodigioso desarrollo de China. Todos ellos condujeron países que habían perdido su soberanía, como Francia durante la Segunda Guerra Mundial, o sometidas, como China, a despojos inicuos de toda índole por parte de las grandes potencias, o debieron encarar la hercúlea tarea de construir una nación de la nada como en el caso de Singapur. La fiera determinación con la que Churchill no se rindió ante Hitler fue alimentada por su feroz determinación de sostener la soberanía británica aun en las peores circunstancias; fuego interior que solo puede nacer de una idea tan poderosa como es salvar la soberanía de una nación con amplias raíces históricas.

Macri parece esperar demasiado de las inversiones extranjeras, y nadie niega que estas puedan ser muy útiles, pero el desarrollo auténtico es un proceso de la alta política. Debe ser conducida por las más lúcidas mentes de estadistas y las relaciones externas deben estar integradas al desarrollo interno.

La fuerza más poderosa está dentro del país y consiste en fomentar al máximo con ideas precisas la voluntad de trabajo, de inversión, de movilización, de inteligencia, del conjunto de la sociedad argentina.

El enorme mensaje espiritual que transmitió hace 2500 años Epaminondas es que los seres humanos tienen dentro de sí la fuerza motivadora que los lleva a las grandes hazañas, y esto no se va a lograr por medio de argumentos económicos, sino en virtud de una fiebre creadora que solamente puede surgir de la movilización del alma de los argentinos.

Por ello, lo más grave que hizo Macri económicamente es no haber puesto la mesa para que la Argentina dialogue y sea vista por el mundo como una unidad.

 

Fuente: Infobae
Por Heriberto Deibe 4 de marzo de 2018

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